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Todos los malditos días.
La ciudad es un estruendo de aceite
humo, tabaco, mezcal dulce
luces que pellizcan amargas.
Las calles para reir
hacen que a ratos las maldiga.
Libros viejos
hambre
esquinas
lluvias negras
sobre charcos que destilan arcoiris.
Y por encima de todo:
cientos,
miles,
pilas enteras,
de mujeres,
muertas.
Octubre 2011
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