Fragmentos del ser.
(2005)
La distancia se hunde
El cielo es un abismo que se hunde
entre mis ojos
hay una extraña relación
entre su infinito
y mi mirada
ambos se tejen en la distancia
con hilos de viento
al compás del volar
de unas urracas.
Hay palabras de sal
Hay palabras de sal
que saben a viento seco
amarillas hojas de otoño
reposando su último suspiro
en recortes
de mármol viejo
un silencio que nos aturde
cuando de morir la palabra asalta
viento eterno de silencios y estatuas blancas
palabras de fuego nuevo
-amanecer de la existencia efímera,
como reflejo de luna muerta-
la sal se ha vuelto arena
tormenta amarga de hombres ajenjo
polvo encendido de palabras
que saben a viento seco.
Una palabra sola
perdida
a mitad de la calle:
silencio.
La distancia nos convierte a todos en objetos
La distancia nos convierte a todos en objetos
palabras como espejos que se pierden
repitiéndose constantemente
como ecos
dejando atrás silencios hechos polvo
que empeñados insistimos en asir.
Inundamos las razones con los mitos
cazadores por las noches de sí mismos
ah, perdida sensación que se nos queda
como último recurso imaginar
que somos el objeto que aun existe
y que a pesar de todo siempre estamos
en ese umbral de casi estar crucificados
por ese otro que nos mira y vomitamos.
No hay remedio: somos el eterno extraño de siempre.
Infinito
Aquél punto lo veo fijamente
lo recorren mis ojos
acariciando su piel de polvo que se dispersa.
Mi mirada se pierde entre su cuerpo,
me pierdo yo, se pierde la realidad.
Veo aquél punto,
voy hasta él sin moverme de mi sitio.
Allá, en mí,
está el infinito.
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