Tercer tercio.
El sol que ocupa su lugar sobre la plaza; los rayos que desparrama en los tendidos; su herraje tatuado en la arena del ruedo; las boinas y pañuelos que aguardan el inicio de la fiesta; las botas de vino que corren sin pies; los puñados de claveles que sostienen las mujeres; la banda que se escucha por allá, interpretando un pasodoble; el paseillo que encabeza el matador, escoltado por su cuadrilla; la algarabía de veinte mil cabezas que braman como una sola bestia.
Las puertas del burladero que se despliegan; el inmenso ruedo que se abre ante mis ojos; la superficie que asalto; el clamor que me recibe; los capotes que me citan y confunden; el torero que, soberbio, se planta frente a mí.
Los picadores sobre sus caballos; las puyas que me castigan, que me perforan; las banderillas que me incendian con sus dardos; la mujer del ganadero que alcanzo a distinguir entre las gradas de barrera; la muchacha que la acompaña, tal vez su hija: la misma joven que me sorprendió en el corredor, la que sabía que la historia se repite; las dos mujeres, frenéticas, que corean con la multitud; sus ojos que son rescoldos ardiendo.
El matador que se aproxima; la muleta que menea; las zapatillas que se detienen con suavidad sobre la arena; la plaza que enmudece; el estoque que surge majestuoso detrás del trapo; esa cimitarra que se yergue resplandeciente sobre mi cabeza; el matador que avanza, decidido, con el rostro transfigurado por el dolor; el estoque que se levanta sobre mi lomo dispuesto a penetrarme; la punta de metal que empiezo a sentir en el cuello, abriendo mi carne, hundiéndose, mondando mis pulmones y mi corazón.
El dedo índice de Rosita, mi secretaria, que aguijonea mi espalda entre las vértebras cervicales; la silla que ocupo, forrada de vinil; el escritorio en el que yazco dormido, encorvando el dorso con la cabeza sobre los brazos exangües; el eco que rezumba: “Oiga… oiga”; el sobresalto con que despierto; la luz que se encaja en la ventana de mi oficina; las tiritas de luz que penetran por las persianas y rayan mi cuerpo: soy tigre pintado de sol y sombra: soy los rayos X de la tarde en que agonizo.
(Cuento publicado en el número7 de la revista “Separata”, septiembre de 2009)
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