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Pardo, Negro, Rojo.

 

 

Pardo

 

He prometido mencionar un color día  a día, en cada mañana de amarillos tonos, en cada paso zanjado por mis pies sobre el polvo del camino. En las miradas que traspasan las pieles. En la ciudad, veo brazos que se alargan, cuerpos ácidos, cinturas abotagadas, vertebras, hombres que hechan andar sus muslos en el estacionamiento subterráneo. Escucho palabras que abandonan su sentido y son lanzadas contra espacios y objetos. Es así como cierro este día y lo llamo pardo.

 

 

Negro

 

La forma perdió sentido en el discurso de los arboles. Los pardos se volvieron incoloros. Ayer mi vista humedeció mi razón y los placeres comulgan en imágenes saladas. Galopante en dos zanjadas, mis manos toman su estatura, dan un giro y arropan ansiedades.

 

Rojo

 

Veo como mi puño estrella su fuerza en el cristal, se dibuja una telaraña del centro a la orilla, en espejismos.  Calidoscopio. El piso enrojece en círculos y forma, en segundos aislados de mi pensamiento, una esfera del diámetro de una sandía. Un estruendo lanza un nuevo movimiento a la escena. Yo no estoy ahí, es mi sombra la que cae. Enmudezco y ella gira, niega su pequeñez y atraviesa la ventana mientras mis uñas  se afianza a mi cuerpo por la valentía de su hazaña.

¡No hay Rojo en su caída!

 

 

 

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