top of page

Opertum  

 

 

¿Has visto cómo se quema la luz? ¿No? Es una expansión de oscuridad que se convierte en espuma, todos lo saben. Es lo mismo que conocer el mejor lugar para vivir en una ballena, todos saben que no es adentro, en su estómago, sino afuera, en la cuadragésima cuarta burbuja que suelta de su agujero respirador. Así ha sido siempre y así será; si piensas diferente serás un rebelde, un disidente y te atraerás un montón de problemas.

     Como te decía, ayer subí a la cima del lago que está a la vuelta de la esquina del caballo gordo que habla puras groserías, ¿ubicas dónde? Siempre que pasas por ahí te suelta unas palabrotas que tienen algo que ver con los orificios que te cuelgan de las orejas y de la nariz. No sé qué fijación tiene con ellos, es posible que se obsesione porque carece de los mismos y no tiene lugares amplios donde pueda hurgarse a gusto, como nosotros.

    Si, ayer escalé el lago cargando un bote de arena para construir una casa allá arriba y me encontré a Karina, ¿la recuerdas? También me sorprendí al encontrarla, acuérdate que la última vez que los tres soplamos nubes, la dejamos sepultada en el agujero que cavamos en el cielo, porque había crecido y envejecido de más y se nos había marchitado. Le pregunté qué había pasado porque esperábamos verla hasta el lustro de seis años bisiestos. Me respondió que no tenía idea, que había salido nadando del agujero hecha una niña otra vez y con su piano favorito cargado del brazo. Que no estaba segura si los agujeros de lombriz producían metamorfosis exprés o quizá habíamos roto uno en nuestra prisa por sepultarla contenta. Total, nos hemos quedado con la duda sembrada en la sien, y esperaremos a que después de que nos crezcan los duraznos en los cabellos, entendamos este universo de locos. Esto es como si Marte y Saturno se mentaran la madre en cada rotación. ¿Tú entiendes algo?

     Perdón, me desvío. Karina se ofreció ayudarme con el bote de arena y se lo cargué trece años luz y yo me lo cargué cuatro. Construimos la casa en la cresta de ola más grande que pudimos hallar; la petrificamos con cimientos de agua y le añadimos una sola puerta de vapor sólido que pescamos al verlo corretear en el fondo del lago. Sé por qué te maravillas, ese tipo de puerta es única. Cada vez que la abres entras a una estancia diferente: sala, cocina, recámaras, ático y hasta sótano tiene. Imagínate, pasamos tanto tiempo afuera abriendo y cerrando sin decidirnos a dónde entrar que revolvimos todo lo que había detrás de ella: la cocina estaba debajo del sótano y la sala le servía de corona a las recámaras. El hambre casi nos hace caer de sueño pero logramos escabullirnos en esa revoltura y comimos de las notas musicales del piano de Karina, calientitas, jugosas y recién hechas a mano. Karina no tuvo objeciones en seguir tocando, ya conoces la música tan deliciosa que sabe preparar cuando se entusiasma. Tocó sinfonías para la luna y consiguió que de ella crecieran raíces que trepamos con los pies. El agua de sus picos nos columpió y atrapamos cometas que cabalgamos más allá de las plantas suspendidas que florecen hacia abajo. Si, ya sé que nos fuimos lejos. No nos pasó nada, así que volveremos a ir, no te ofusques como cascada que cae al cielo. De ahí regresamos y apedreamos estrellas que nos gotearon en las manos y las embarramos en nuestros cachetes para escondernos las caras. Volamos como orugas y tropezamos una y otra vez, quemándonos con el aire las rodillas. No sientas envidia, volveremos la próxima noche del jueves que cae martes antes del sábado y te pensamos invitar. Contigo nos volveremos a emborrachar con gotas de lluvia y nos dejaremos rodar por las olas como aves rabiosas provocando el horror de las piedras del aire que huyen agarrándose las faldas para brincar mejor y veremos sus desorbitados ojos de espanto. De seguro irán a consolarse con sus millones de hijos y a pegarse los pedacitos que se les cayeron de la mortal impresión.

    ¿Escuchas el relámpago? Vámonos rápido antes de que te ganen el fruto del árbol de fuego, vete volando y escóndelo en tu pozo de hojas. Voy de regreso a mis clases a que me sigan trenzando el cerebro y encadenen a mis inquietas y náufragas ideas antes de que todas juntas terminen por salir…

 

 

 

 

 

Volver a Héctor Alejo

 

 

bottom of page