Sólo hay algo más fascinante que perder el tiempo: perder el tiempo analizando cómo el tiempo se pierde. El ocio da una sensación de poder y de brío; es la posibilidad de afectar el mundo sin siquiera moverse, o mejor dicho, de cambiarlo todo por el hecho de permanecer estático. No hay mayor atentado contra la modernidad que interrumpir el trabajo. En la pasividad queda patente la afrenta contra lo productivo, lo positivo y lo progresivo. Se cuestiona, por el simple “dejar de hacer”, la idea del hombre como controlador del universo; se detienen por unos instantes, la ciencia y la técnica, el poder y la política, los grandes valores, las figuras inmortales y las instituciones. Estar ocioso es un acto de introversión y de hedonismo; abrirse a contemplar y ser contemplado; es imponerse ante el sistema dinámico, irreversible, que manipula el tiempo y el espacio
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ELOY CALOCA LAFONT
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