Nocturno en que todo se extraña.
Sigo caminando bajo una atmósfera deforme y blanquecina,
de rostro tan pálido como faroles que ya no alumbran,
mientras una gotera que enerva y atrapa,
me sumerge y, llena de cólera, va anunciando
un larguísimo manto negro, pero un poco nítido;
algo que se parece a la noche, a la soledad, al abandono:
transparente y nublado,
cruel y ominoso, pero que se extraña.
Una cosa que se parece tanto a la nostalgia,
pero que no es, porque ha llegado más que de pronto.
Algo que me engulle como un monstruo bicéfalo:
me parte en dos y cada cabeza me asesina;
una recoge mis lágrimas, otra los recuerdos.
Yo, de plano, hago el intento, lo describo:
un engullir de besos, roces de manos, mirada marrón
(esos ojos húmedos, preciosos
muy profundos / muy marrón / muy tan de ella),
silencio cómplice: signo;
signo de signos significantes que decían,