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Marlene

"Sueño de porcelana"

 

     

 

 

Marlene mira por la ventana. Suspira muy profundo y no se mueve más. Espera hastiada a que llegue ese descanso; el sueño más profundo que tendrá.

   Su cuerpo le ruega, le suplica, pide desesperadamente ese descanso. Y ella comienza su baile con la muerte. Girando, siempre girando. Cruzando la habitación, de esquina a esquina  moviéndose al ritmo de la noche, al compás de la lluvia en la ventana, mientras una lágrima brota de su ojo izquierdo,  rueda por su mejilla y cae hasta el piso.

Marlene cae desfallecida, su cráneo se impacta en el suelo con un sonido escalofriante.

    Sus ojos, vacíos, del color de la esmeralda,  reflejan derrota. Se ha rendido para siempre.

Un hilo de sangre se desborda fuera de su boca, pintando sus labios de un intenso carmesí. 

   Su rostro, de un color marchito, se resquebraja y se cae a pedazos, convirtiendo en polvo toda la belleza que ella alguna vez poseyó. 

   Marlene ha terminado su batalla final. La batalla que ella misma se planteó. La batalla que la hizo doblegarse ante el poder de lo inevitable. Lo desconocido.

   Ha caído fuerte. Desde muy, muy alto. 

   Ha sentido todo el peso del final sobre ella.

   Sus níveas manos, sus piernas, sus finos cabellos cobrizos. Todo ha terminado tendido en el suelo de madera.

   Su vestido se ha arrugado sobre su cuerpo. El ostentoso listón que lleva en su cabeza, se posa ahora flácido sobre ella.

   El tono rosado de sus mejillas se ha desvanecido por completo, siendo reemplazado por un desagradable color grisáceo. 

   Sus hipnóticos ojos verdes ahora se pierden en su cara, alumbrados tan sólo por la escasa luz de la luna, que acentúa, aun más, el aspecto de vencimiento.

   Ha terminado el sueño de porcelana.

   Marlene mira desde el piso por la ventana. Suspira muy profundo y no se mueve más.

 

 

 

 

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