Leyenda de Joseph Martin's.
Don Gonzaga, dueño de la gasolinera ubicada en la orilla del pueblo, estaba por la mañana en su despacho, rodeado por persianas entreabiertas, y dando instrucciones al administrador. Desde su escritorio podía ver el movimiento de los trabajadores, realizando los servicios. Cuando se paró y abrió la puerta para despedir al administrador vio a un vagabundo alto, de barbas muy crecidas, canosas y desaliñadas, con algo que podía ser un morral, o un costal, al hombro. Lo vio pidiendo aventón, una camioneta se detuvo para que aquel hombre subiera a la parte de la caja, y luego retomó su dirección hacia el pueblo. Más tarde, ya al mediodía, Gonzaga y su esposa estaban comiendo, lo hacían con la parsimonia de sus edades, circundantes a los cincuenta, su casa pulcra, amueblada con cierto lujo, alegres ambos, aunque Gonzaga pensativo, con la mirada perdida, quien de pronto recordó... . ...Debió haber sido, hace como treinta años, estaba en la peluquería de Gregorio, en la silla alta, giratoria, de piel negra y armazón cromado, sentía el aroma de los afeites. Por la ventana se alcanzaba a ver el símbolo retorcido en rojo-blanco-azul. La peluquería se llamaba "El Dandy", el letrero de la entrada mostraba el dibujo de un hombre delgado, elegante, de bombín negro, con guantes y bastón, semejante al propio dueño, al que se veía en ese momento por los espejos que cubrían las paredes. Cuando me estaban rasurando lo oía platicar del baile para el día de San José, al que iría acompañando a Lina, la hija del presidente municipal. Al escucharlo tan entusiasmado me sentí ofendido, desplazado, pues yo era pretendiente de aquella misma joven, y pensaba buscarla para invitarla al baile, cuando me enteré que "El Dandy" ya tenía cita con ella. Fui de inmediato, al salir de ahí, a la oficina, descolgué y desempolvé el viejo máuser que había sido de mi abuelo y lo regalé, con unas monedas, a un par de ocasionales trabajadores, de esos que acudían a la gasolinera como cargadores, mandaderos o lavacarros. Los contraté para interceptar a Gregorio, para quitarlo del camino. No supieron usar el arma, pero lo golpearon y lo tiraron al río. Conocí formalmente a Lina en el baile, la cortejé... luego fue mi boda con ella. La peluquería permanecía cerrada, nadie sabía por qué, pero la iban viendo caer en el abandono, creciendo el musgo sobre sus muros, cactus y yerbas locas sobre las bóvedas. . Gonzaga regresó en su automóvil a la gasolinera, al caer la tarde. Al pasar por el templo, el carro que iba adelante del suyo se detuvo a bajar a dos mujeres, él esperó, las vio subir las escalinatas del atrio y agacharse a dar limosna a un violinista, dudó primero, después lo reconoció, era el vagabundo que había visto por la mañana. Gonzaga siguió hacia la gasolinera y a partir de entonces adoptó esa ruta para todos los días, ahí veía siempre al violinista. Un día le preguntó a su esposa que si había visto al vagabundo, contestó que no, pero que quería ir a ese templo, pues iba a haber un concierto en ese lugar el día de la fiesta de San José. Gonzaga no quería asistir porque tenía problemas con desperfectos en la gasolinera, Lina insistió diciendo que quería escuchar al solista, que era el reconocido Joseph Martin's, así que lo convenció y fueron. Cuando entró el solista con su violín, Gonzaga lo vio cruzar miradas con su esposa y a ella la notó emocionada, y en forma inmediata descubrió que el solista, con impecable frac, era el mismo vagabundo. Aparentando toser salió disimulado y notó claramente la ausencia del músico de las escalinatas. Preguntó a un sacristán, éste se sorprendió del parecido que le hacía notar Gonzaga entre ambas personas, pero le contestó que todo el mundo sabía que el vagabundo había sido peluquero en el pueblo, hace muchos años, que se fue a la capital, donde tocaba en un bar, que regresó y decía llamarse José Martínez y que para completar estaba loco. Gonzaga murió al día siguiente, en un incendio de la gasolinera. No se volvió a ver al vagabundo. Para la misa de cuerpo presente de Gonzaga, Lina invitó a tocar a Joseph Martin's.
*Los cuentos “Leyenda de Joseph Martin's”, “Volare” y “Sentimiento los ojos” están incluidos en el libro Lorenzo Bitácora, Querétaro, colección Peces Voladores núm. 20, Fondo Editorial de Querétaro, Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, 2007.
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