La venganza de Sofía
Sólo a mí se me ocurre venir al banco a las horas donde siempre hay filas interminables. Es un fastidio pero apenas tengo tiempo y este banco es el que me queda de pasada. Hay cuentas que pagar y mi ex marido deposita cuando le viene en gana. Esta crisis nos está matando. ¿Cerré la llave del gas? Le marcaré a Venancia, no creo que se haya dado cuenta, es tan distraída y lenta la pobre. Pero no tengo alma para despedirla, no se queja y me hace mucha falta. Y esta fila que no avanza. ¿Quién está comiendo cacahuates? Ese tipo me ha visto los senos y las nalgas seis veces, llamaré al guardia, ¡qué naco! Aun me falta pasar a la escuela de los gordos para ver lo de la vocalía, hablar con Fray Ignacio y con Miss Rosa Elena. Me choca hablar con ella, es demasiado bonita. Se le ve cara de conquista frailes. Quizá sea la próxima que salga casada y deje al colegio sin uno de sus hijos consagrados ¿Habré vaciado toda la caja fuerte? Salí con tanta prisa. Solo sentí las ganas de acariciar la pistola antes de volver a cerrarla. Aquí hace calor. Ya no tengo ropa que ponerme, ni espacio en el closet. ¿Dónde estarán mis zapatos rojos? Tengo que pasar a la tintorería. El dinero ya no me alcanza, le diré al idiota de Francisco que me aumente la pensión. Es lo menos que puede hacer por criarle a sus hijos. No puede condenarlos a vivir en la prehistoria. Ojalá no me pidan más las nanas. ¿Saqué el pescado del congelador? A veces siento que el espejo también sufre de cólicos menstruales, me regresa una imagen sin nalgas curvas y senos caídos cada dos segundos. Y tan caro que está el gym, pero dejarlo, nunca. Sería como vivir sola, hecha una fealdad, y solo las pendejas lo hacen. La culpa la tiene Sofía, ella me arrebató a Francisco. Por fin, la fila se está moviendo. Pobre señora con su andadera, quien sabe a qué horas van a atenderla y viene sola. ¿Por qué se tarda tanto ese señor en la ventanilla? ¿Qué no ve que tenemos prisa? Se ve tan jodido, quizá no sepa ni leer ni escribir pero que le apure. La bolsa me pesa, el señor de atrás hace mucho ruido, ¿qué traerá en sus bolsillos? Suena como si arrugara una bolsa de papas sabritas. ¿Estará comiendo aquí el desgraciado? ¡Uff!¡Qué mal aliento. Es más feo que la chingada, no vaya a pensar que si lo veo es porque me ha gustado ¡Dios me libre! Ya no voy a usar ropa tan estrecha. Te odio Sofía. La señora de allá enfrente ya cambió su peso a otro pie. Tiene una cara de insatisfecha la infeliz, qué desdichada. ¿A poco así se verá la mía? Ya se me va acabar la crema rejuvenecedora. ¡Qué poca tienes, Sofía! Se acerca el festival de música de los gordos, ¿qué me irán a pedir? ¡Que se vayan a la jodida tú y tus calenturas, Francisco! Estoy hecha una mierda, ¡maldita seas, Sofía! La bolsa me pesa, me la cambiaré de brazo. ¡Qué gorda esta esa ejecutiva! Nunca estaré así, primero me mato. ¡Avance joven que una ventanilla está libre! “Te haré una visita, Sofía, espérame hoy por la tarde, después de mis pendientes”.
Abro el bolso y acarició la fría piel de la pistola. Estoy reflejada en el cristal, la cajera me habla, no escucho, ¡qué bonita es! Tan arreglada y tan amable. En su sonrisa espléndida, en su maquillaje uniforme, descubro a Sofía. Es Sofía con una sonrisa chueca de burla, mofándose eternamente de mí. Antes de reafirmar la existencia del arma dentro del bolso, en los dos segundos que entrecierro los ojos, logro matar cien veces tu rostro perfecto, pinche Sofía. El reflejo de la ventanilla me sonríe cómplice, la cajera voltea para cubrirse el espanto que proviene de mi maldad…