La sangre ajena
Mi país
es voluble estrella
que pese a todo
resulta oscuro manjar para gusanos.
Ni mi corazón que sangra
por los poros
ni mi mudo
clavecín
podrán
reverdecer los pastizales.
Me derramo en otras lágrimas
que
gimen
entre niebla más parda,
reinvento mi carne
en los huesos
que titilan las florestas,
que mastican
vacas
invisibles.
Mi país
es una oscura claraboya
en donde no nacen los ocasos.
Mi país
es la costra más radiante
de Latinoamérica.
Creo
en
los
hombres
que caminan
con el fuego,
creo
en
los
hombres
que nacieron en los cerros estrellados,
creo en la mirada pura
y en el fervor sanguíneo
de mi hija.
Creo en el poeta,
en su turbia garganta cristalina,
creo en el delirio y en las fragatas
que navegan
en su lengua.
Vislumbro ciego la llovizna
y a lo lejos
humearan las catedrales.
Beberemos el fulgor
de la sangre ajena
y cantaremos roncos nuestras nupcias.
* Publicado en Revista Prosvet (2015).
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