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Para alcanzar nuestro objetivo de vida en este mundo, debemos llegar a un lugar al que podamos llamar hogar, donde nuestros sentimientos, emociones y pensamientos surjan y se renueven con cada paso hacia cualquier eternidad. Sin embargo, La Casa, logra todo lo contrario. No es hogar de nadie, no es lugar para vivir, ni siquiera se puede respirar: La Casa se alimenta de la vida de quienes la habitan. Hay algo ahí, recóndito y escondido en alguna esquina de ese antilugar que saca lo peor de uno, que nos vuelve enemigos de nosotros mismos y de los demás, hay algo que te hace temer tanto a ti mismo que pierdes noción de tu propia naturaleza. Quién sabe, tal vez La Casa solamente sea una metáfora del mal y el bien que todo el tiempo lucha dentro de nosotros. La Casa es la parte de nosotros que no conocemos en realidad.

   A fin de cuentas, qué da más miedo, ¿un vivo o un muerto? Y qué tal un muerto que se comporta como vivo…