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Formas fáciles de perder objetos valiosos.

 

 

 

 

Mientras Claudio escribía con soltura fragmentos de su próxima novela, la mesita replegable de su asiento comenzó a vibrar y en un instante tuvo que interrumpir su caligrafía por una intensa turbulencia en los cielos de Europa Occidental. A la altura del Mar Negro, el piloto del avión comercial donde viajaba de regreso a casa informaba nervioso sobre la contingencia. Las mascarillas de aire aparecieron inmediatamente y el temblor de la nave hizo que su bolígrafo rodara a lo largo del pasillo hasta chocar con la puerta del baño. El viaje le había dejado a Claudio varias impresiones y ésta no era la excepción. Los problemas se prolongaron hasta el límite, el piloto trataba de mantener a su tripulación en calma pero los rastros de la estática eran evidentes, miles de pequeñísimas chispas en el parabrisas de la cabina principal daban cuenta del Fuego de San Elmo. La pérdida de presión causó tal alarma que no quedó más remedio que inflar las llantas salvavidas y lanzarse al mar en cuanto abrieron las puertas de emergencia. Ningún objeto fue rescatado, sólo algunos pasajeros fueron fotografiados por la prensa al llegar al puerto más cercano. 

 




 

 

 

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