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Esta vía de la madre Tresa

 

Es la serenidad de quien toca el sentido.

 

Ningún escándalo vemos en la comisura

de su fragilidad en prenda para tensar el alma justo

en la búsqueda de su vocación. Simplemente se da.

Con la apariencia de su levedad sonríe fraterna al rostro

de un paria en agonía

como si dolerse del otro

en el trance de su partida tuviese la fuerza

de un misterio terriblemente gozoso.

“Da hasta que duela”, dijo fundiéndose en la sentencia

que su espíritu pronunció como consigna.

 

Lava las úlceras de un leproso como signo

de esa analogía, ora en silencio con la serenidad

de quien roza el sentido;

 

de quien toca y vive el sentido.

 

 

 

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