Emergente.
Pato no entiende o no quiere entender que yo soy su maestro y que las palabras son rosas ebrias: abren zanjas con fuego; pero él no perdona, nunca perdona.
Ay, Pato, si tú supieras cuánto tiempo he sufrido, acallando en puertos del aire.
No, no me argumentes nada. Sal ahora y busca la palabra en los instrumentos de la muerte.
Si encuentras un llanto incoloro, calla. ¿No sabes que el silencio se quiebra a veces y que de pronto todo se inunda de alas?
Prefiere siempre lo eterno.
Qué te puedo decir, amigo, Patricio.
O soy un pésimo poeta o aprendí sólo cosas que no se pueden traducir jamás.
Para el caso es lo mismo. Démosle vuelta a la hoja.
Y que los ciegos se las arreglen con su tiniebla; que ya bastante luz es la que me ciega, en noches leves como ésta. Mientras el honor se hace trizas, detrás de lo que digo.
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