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El crimen del suicida.

 

 

 

Escucho a la tempestad:

el latido de mi consciencia,

la gotera en mi muñeca

que marca los segundos

como en el reloj del sentenciado a muerte.

La tormenta apaga las luces,

el gato se esconde asustado,

los recuerdos relampaguean:

la mirada de mi padre muerto,

el accidente. Las sirenas acercándose,

el temblor en mis piernas. La huida.   

Mis pulmones silban

la canción  que pasaban en la radio antes de volcarnos.

No existen los accidentes. ¿Por qué aceleré tanto el coche?

El cuarto se  ilumina con la intensidad de mi culpa.

La gotera, como la lluvia, no cesa.

La memoria duele, pero la herida me hace olvidar.

El débil oleaje rojo llega a la roca:

la tina blanca recibe a mi sangre;

la culpa muere junto conmigo.

 

 

De A renglón sonido

(Proyecto de Radio UNAM-FLM)

 

 

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