top of page

Celaya.

 

 

 

Al abuelo, éste único recuerdo que le tengo

 

 

Lees la biblia en un televisor blanco y negro.

Grietas dolorosas

las arrugas de las sábanas.

El silencio se estrella en la ventana

no puedes oír la lluvia,

un insecto ha inmovilizado tu cuerpo

y desde el techo te mira

-burlón-

agitar tus alas sobre el catre.

 

Tu pecho huele a hierro.

El azufre apesta en las bacinicas

donde has guardado el ámbar de tu aliento

que yace

entre orina y alcohol.

 

Ahogado en el sufrimiento de los hijos que ya no reconoces

visitas las imágenes de este cuarto

y buscas –desde la obscuridad -

el versículo que te salve del infierno.

 

 

I

 

Soy el tema ausente de mi padre en una conversación entre amigos.

Soy la bocanada que hiere la garganta de mi padre para que no me nombre.

Soy, en la mente de mi padre, un bolsillo sin un boleto de éxito.

Llevo mi vida vacía de él, y sólo tengo en la cartera

un par de identificaciones con su apellido.

Eso es todo.

 

 

V

 

Desde niño

daba filo a los dulces

que ponía debajo de mi lengua.

Te los regalo ahora

escupiéndolos

como flechas envenenadas.

 

 

 

VII

 

Nací sin alas

y a cambio tuve el don de lastimarlo.

 

Después la venganza será sencilla:

clavar la conciencia en la cruz de la casa

y mirar a mi padre limpiar la sangre.

 

          

X

 

Mi padre tenía un traje azul que me gustaba;

de niño me lo ponía para jugar a ser él.

Sin embargo nunca me enseñó a usarlo,

nunca me mostró cómo hacer un nudo en la corbata.

 

Un nudo en la garganta, me dijo,

y fue lo único que aprendí sobre sujetar lazos.

 

 

XI

 

El traje que sé usar es distinto:

piel y grasa

adheridos a la sal,

huesos y músculos

cosidos con sangre.

 

 

XVI

 

Recostada en el sillón de la sala

mi madre dibuja círculos

con el humo que no fuma.

 

Piensa en el mar

quizás

por el frío terrible que se siente a 40° centígrados

en una casa de provincia

a las cuatro de la tarde.

 

Debe ser difícil abrazarse

después de tanto tiempo.

 

Mi madre extraña a mi padre

cuando el sol cae sobre el último ángulo del ventanal.

Ella sabe que en dos horas

al bajar por las escaleras

verá el saco de mi padre en el perchero

como se mira al tiempo

en los ojos de los hijos.

 

 

         XXII

 

 

 

Aprendí a arrastrarme debajo de la cama

a jugar con arañas y polvo de zapatos viejos.

    

Fui un temido reptil

que gobernó esta habitación,

colgué del techo insectos heridos

para verlos morir

cada vez que mi padre

me llamaba a comer.

 

 

XXV

 

 

Nací a los 33 años,

el día de la muerte de mi padre.

 

 

Volver a Luis Enrique Aguirre

 

 

bottom of page