Carta boreal
Con todos los pensamientos me fui
fuera del mundo: allí estabas tú, mi sosegada, mi abierta
y nos recibiste.
Paul Celan
Para Julia
Te dejaré iluminando crepúsculos,
danzando
la danza
de tus sueños.
Tengo
incrustadas
tus
luciérnagas
en cada córnea
por si acaso mis neuronas
se perdieran en el limbo.
Ayer dejé mi pecho
en tus jardines
y tatué mi aliento
en los muros de tu cuarto.
Me dolerá no verte en bicicleta
entre nubes y relámpagos,
con tu sonrisa en el granizo
y la lluvia macerando tu cabello.
Te imagino
sumergida
en los mares
coleccionando
prehistóricos
anfibios,
te imagino
contemplando
la muerte
de los lirios
en invierno,
te imagino
alucinando
las tormentas
con tu rostro de azucena
enraizado a la neblina.
Me perderé
tus oleajes vespertinos,
tu escarchada
voz
cayendo
en mi
cerebro
como
una
nocturna
sesión
de
sicoanálisis.
Me perderé
tus conversaciones ficticias,
de las lunas plateadas
que salen de tu boca.
Me perderé
de tus corolas adictivas,
de tu escultura montada
en el aire más puro,
de tus canciones escritas
en esos días floreados y metálicos.
Llevaré
conmigo
tus primeros
fonemas
como diarias letanías,
los álbumes fotográficos
para recrearte desde
el vientre de
tu madre,
la turbulencia de tus barcos
en una taza de café.
Robaré la noche que
cuelga en tu ventana
para soñar con tu sueño,
para delirar tu rostro
en la penumbra,
para eternizar el insomnio
con tus historias mudas,
para hacer de mis ojeras
verdaderas lagunas negras,
inflamadas y absortas
bajo tu lienzo pálido y terrestre.
¿Qué pasará
cuando la tarde muera
en tus ojos
y mi voz
ya no diga
tu nombre?
¿Qué pasará
cuando la noche turbia
irrumpa tu sueño
y a tientas tu llanto
no pueda encontrarme?
Escucharás
historias
sobre
mi nombre:
ficticias,
poco probables,
exorbitantes,
incongruentes,
nada convincentes,
estratosféricas.
Señalarás la estrella más
titilante
y la más
le
ja
na.
Tú y tus amigos
abrirán enciclopedias
y
verán
planetas
de nombre
impronunciable.
Yo estaré impreso,
mudo,
mirándote
y tú sin saber
tocarás
mi rostro.
Dirán
que
fui
un astronauta
extraviado
en el
limbo,
o que
fui
una
absurda
invención
o que
mi
nombre
nunca
fue escrito
y
te darás cuenta
que soy
literatura.
Mi garganta es un virus
que atraviesa
los corazones
más puros,
las almas
más sensibles,
los hombres
más sublimes,
las mentes
más trastornadas.
En otra
galaxia
un poema
será
vida,
civilización,
cura,
órgano,
célula,
instinto.
Explotaré
cada milenio.
Escribiré un poema cada equinoccio
y así sabrás de mi próxima llegada.
* Publicado en Zyrano, por ediciones el Humo (2014).
Volver a Mauricio Caudillo