
¡THADDEUS, THADDEUS!,
¡Te necesito, ven en mi auxilio!
¡Por favor, no me dejes!
El Ángel extendió sus alas y me cubrió.
Era un Ángel hermoso, de luz resplandeciente.
He redactado tantos oficios llenos de fórmulas y formalidades que me parecen insulsos. En estos momentos de mi vida, escribiré una historia que hable de mí, de mi vida, de lo que he sido y soy. De mi mundo, mis fantasías, mis sueños, mis miedos. De todo lo que me rodea y me hace feliz e infeliz.
Saqué entre mis cosas de oficina una regla y miré los centímetros, y pensé que mi vida había sido recta como esa regla, ¿qué había hecho con cada centímetro de mi vida?, ¿qué?, seguir el camino que Dios tenía determinado para mí: estudiar, casarme y tener hijos, formar una familia y así transcurrir mis días. Parecía que mi barco se movía en un mar sereno de aguas mansas, mi noviazgo iba bien, pronto abordaría la segunda etapa: casarme.
Hace dos meses recibí un correo de una mujer extraña, decía que mi novio salía con ella y esperaban un hijo. Por su parte, mi novio no me visita con la frecuencia que lo hacía y ya no recibo sus mensajes de amor que eran tan delicados y originales. Sus detalles poco a poco se han ido perdiendo.
Ayer pensé en hacer algo por mí y como si fuera mi propio jefe me di indicaciones: “ponle razón, ponle distancia”, lo intenté, me sentí liberada, me fui a acostar pensando que ese amor se había ido. Ya en cama, cobijada antes de cerrar los ojos, me dije: “lo he logrado”
Sin embargo, hoy me desperté en la madrugada. Me di cuenta de que aún lo amo, ese amor no se fue, ahora sufro y no sé cómo salir de esto.
Miré el anillo de compromiso que está en su estuche con forma de corazón, pero es en vano, mi historia con él ha terminado, su barca se ha ido a instalar en el mar, ha sido una forma diferente de despedirnos, yo con un amor intenso, lleno de sol y de él no sé.
Han transcurrido cinco meses de no verlo. A pesar de la tranquilidad y la quietud en la que me encuentro, en el fondo, mi barco no avanza como creí, empecé a sentir tristeza y nostalgia de mí.
Hice un recuento de mis años, de las personas queridas con las que he convivido: mis amistades, mis hermanos. Cuando somos pequeños y estamos juntos el mundo es perfecto, es maravilloso. Al crecer, por diversas causas, existe el fenómeno de la separación, y… poco a poco se van alejando, van entrando al mar de la vida. Van tomando la embarcación que les corresponde y los llevará a su destino y de pronto, los perdemos de vista. Algunos alcanzaron a decirme adiós, otros ni eso. Sólo quedaron los recuerdos amables y felices, las anécdotas que no he de olvidar.
He sufrido en silencio, aunque trato de sonreír y asimilar lo que me sucedió, agradezco el haber sabido lo que ocurría con mi novio antes de casarme: sobre todo, que no me amaba como creí, sé que mi vida tiene que continuar.
En mi habitación invoqué con desesperación a mi ángel guardián, le pedí que me protegiera, que extendiera sus alas y me cubriera de todo infortunio, que velara por mí.
Esa noche tuve un sueño magnifico: me vi rodeada de flores en campos extensos, el aire llevaba a mis sentidos su perfume y podía sentir en mi piel la suavidad de sus texturas, este era un acto de delicadeza que me embriagaba con una sensación de paz y amor.
En la mañana me levanté feliz y optimista. Respiré profundo, ¡ah, un nuevo día!, que bien me siento. Los rayos del sol quitaron el frío de mi cuerpo y me sentí bien al apreciar que me calentaba y me arropaba. Sentí libertad y no tenía miedo, parte de mi sufrimiento era el miedo a estar sola, el miedo de perder el amor, eso me impedía abrirme a los demás, estaba concentrada en cerrarme en mi misma por mi dolor. La naturaleza, sin embargo, sigue su curso: la flor nace y crece con una belleza axiomática, no teme mostrarse como es, obsequia su aroma, su color, su textura, es simple autenticidad.
A mediodía, aún con la fragancia impregnada en mi nariz, fui al supermercado y me encontré a una vieja amiga de la familia, me dijo que sentía mucho lo que me había ocurrido, pero me comentó que ella había sufrido algo similar y que nunca se casó, perdió la esperanza de volver a enamorarse. Quedé afligida; sentí una punzada en el corazón. Busqué los artículos que necesitaba. Pensativa, salí al estacionamiento, ahí amablemente se acercó un señor de edad avanzada y me ayudó a acomodar las bolsas en la cajuela de mi auto, luego busqué en mi bolso para darle una propina, pero no tenía monedas, había pagado con la tarjeta del Super. El señor me dijo que no me preocupara, que había sido un placer para él ayudarme y antes de retirarse agregó: sólo sonría, usted es muy joven, tiene mucha vida por delante. Sentí su calidez.
Iba destino a casa y antes de cruzar las vías me detuve precipitadamente, porque una luz cegó mi vista. Inmediatamente escuché que el tren pasó con su monumental peso y ruido, y sentí como vibraba el piso. Me asusté mucho, pensé que esa luz me había salvado la vida.
Cuando el tren estaba todavía en marcha, pasaron unos jóvenes haciendo malabares y de nuevo ahí estaba sin un peso en la bolsa para darles algo. Llegué a casa y me refugié en mi habitación y cuando me iba a dormir para olvidarme de mis sufrimientos, alguien tocó a la puerta, me asomé por la ventana y vi a un joven que agitaba las manos, y me gritó:
–¡Señorita, olvidó este bulto en el centro comercial!
Revisé las bolsas y sí, me faltaba un libro que había comprado. Bajé para recibir el paquete y vi al joven, era muy guapo y su sonrisa me cautivó:
–Aquí tiene.
–¡Gracias!, se lo agradezco mucho, pero ¿cómo supo donde vivía?
–Eso no fue problema, pagó con la tarjeta del Super, por eso tenemos sus datos.
–Ah sí, es cierto… quisiera darle una propina pero no tengo efectivo y…
–No se preocupe en verdad me gusta realizar este tipo de servicio, así conozco gente tan agradable como usted.
–¡Ah, pues mil gracias de nuevo!
Le extendí la mano y me la tomó, sentí su calor y me agradó.
–Bueno gracias, ¿cuál es su nombre?
–Thaddeus es mi nombre –al terminar de decir esto, volvió a sonreír.
–Pues yo soy Anna… Anna Beltrán
–Muy bien Anna, nos volveremos a ver muy pronto, bueno depende si vas a la tienda.
–Claro que sí, lo haré.
–Bueno, adiós.
–Adiós.
Entré a la casa y coloque el libro sobre la mesa de la sala, me dejó una sensación de paz y felicidad, y una sonrisa. Me formé una buena opinión de él, además inexplicablemente me sentí protegida. Pensé que Thaddeus era de esas personas bondadosas que tienen el don de hacerte sentir bien.
Ya era mediodía y en vez de ir a la cama, decidí lavar mi ropa y componer la casa. Por la tarde invité a unos amigos a ver películas, así pase un sábado grato y amable.
El domingo fui a visitar a mis padres, comí con ellos, platicamos algo sobre mi trabajo, la política y cuidaron bien de no tocar el tema de Alberto. Cuando vi que eran las cinco de la tarde, decidí regresar a casa para prepararme para el día siguiente, me despedí nostálgica porque amaba su compañía.
Al día siguiente me topé con Alberto, vi que su intención era encontrarse conmigo, pero caminé veloz para que no me diera alcance, para mi mala suerte se me desprendió el tacón de uno de mis zapatos. Se acercó y me tomó del codo.
–Anna, espera, es necesario que hablemos, sé que te he causado mucho dolor, pero mira es que yo…